Mucho antes de la llegada de la inteligencia artificial, los profesionales de la traducción ya escuchábamos muchas veces cosas como: «Me lo va a traducir un amigo, conocido, primo… porque sabe [inserte idioma]» o «Eso lo hago yo».
Con los avances de los últimos años y la irrupción de la IA en nuestras vidas, directamente confiamos en que la traducción automática haga un trabajo humano.
Por supuesto, es cierto que una traducción la puede hacer cualquiera, incluso una máquina. Aunque todo depende de la traducción que queramos (o necesitemos). Porque, efectivamente, una (mala) traducción la hace cualquiera; una buena, ya no tanto. Como esto es aplicable a cualquier ámbito, vamos a ver un ejemplo mucho más ilustrativo:
Una tarta la puede hacer cualquiera:

Pero los traductores estamos en desventaja con los pasteleros, porque una mala traducción no siempre es tan evidente a la vista.
De hecho, uno de los grandes avances de la traducción automática es conseguir resultados que parecen muy buenos. Ay, pero si nos fijamos mejor… Lo parecen, pero no lo son. Y según el tipo de texto que queramos traducir, tendremos lo más parecido a esa tarta de Hulk (¿Es Hulk? 🤔).
Así, como decíamos, aunque las mejoras de la traducción automática en los últimos años son evidentes, no son tan maravillosas como constantemente se afirma. Partiendo de la base de que la función de los profesionales humanos continúa siendo imprescindible, la traducción automática se presenta como un potente recurso en diversas situaciones. Por ejemplo:
- Para decirle al camarero de ese restaurante en Seúl que eres celiaco.
- Para medio entender las publicaciones de Instagram de esa tejedora noruega que tanto te gusta.
- Para saber de qué trata ese artículo sobre tu alpinista favorito.
Y está bien. Bueno, más o menos, si no tenemos en cuenta cuestiones como la confidencialidad y procedencia de los datos, la violación de derechos de propiedad intelectual o el impacto medioambiental.
Pero está claro que está ahí, y está bien que la usemos cuando nos soluciona una barrera lingüística de forma rápida.
Dicho esto, traducir una web no requiere una solución rápida, requiere a un ser humano especializado. Traducir un contrato no requiere una solución rápida, requiere a un ser humano especializado. Traducir una campaña de marketing no requiere una solución rápida, requiere a un ser humano especializado.
Creo que ya sabes por dónde voy, ¿no? Hay ciertos materiales que necesitan de un profesional que conozca muy bien el campo de trabajo correspondiente para poder dar un resultado que cumpla el objetivo deseado.
Difícilmente podremos traducir el manual de un martillo hidráulico si no sabemos qué es un martillo hidráulico.
Conseguir una traducción de calidad no solo depende de conocer ampliamente las lenguas de trabajo, sino también las culturas en las que estas se hablan. Hay que saber interpretar el tono, la intención o el público objetivo, entre otros, para trasladarlos al idioma meta y adaptarlo de forma que parezca un texto original.
Y no, todo esto todavía no saben hacerlo las máquinas: no conocen de dobles interpretaciones, ironías, expresiones coloquiales, ni de tantas otras cosas. Porque, no lo olvidemos: son máquinas; no piensan, ni sienten, ni perciben.
Espero que a estas alturas ya hayas entendido la importancia de contratar a un profesional si necesitas una traducción, ya sea un poder notarial o una serie de newsletters. Si tuvieras cualquier duda, pregunta o crees que hay algo con lo que puedo ayudarte, escríbeme a paulamarrodan@tftranslation.com.